Pensamientos

Santa Maravillas de Jesús

Un pensamiento de Santa Maravillas para cada día del mes de febrero

1

Veo el poder tan grande de la oración, lo necesaria que ésta nos es para el trato con quien amamos, como dice
la Santa Madre Teresa, y para pedirle la fuerza para vencernos por su amor (C 3089).

2

¡Dios mío!, ¿cuándo nos daremos por completo?, y qué pena no hacerlo enseguida. Nada es bastante para dárselo al Señor, y no hay que preguntarse adónde puedo llegar sin faltar, sino adónde puedo llegar como el límite posible de la generosidad para Quien así se nos entrega (C 946).

3

Me siento fuertemente atraída al pie del sagrario. Entonces no hago más que, en un profundo silencio interior, estar junto al Señor y amarle (C 476).

4

El Señor es el único que puede tocar los corazones, y la oración nunca deja de ser escuchada. ¿Verdad que este Señor nuestro del alma no nos deja nunca solos, aunque a veces llegue con un «cuarto de hora de retraso»? (C 4815).

5

¿Tiene mucha intimidad con Él? Mire que lo está deseando y siempre le parecerá poco, de tanto que la quiere (C 1315).

6

¡Qué buenísimo es el Señor al haber hecho que nos puedan quitar todo, hasta la dicha de comulgar, pero que nadie nos pueda privar de la dicha de orar, de tratar con Él amores, como dice el Beato Juan de Ávila: «¿Qué otra cosa tienes tú que hacer en la tierra, sino tratar amores con el Rey del cielo?»! (C 4902).

7

La oración no es más que un como unirse más el alma al Señor, sintiéndose fuertemente atraída, como suavemente precipitada en ese piélago insondable tan oscuro y tan lleno de luz. Yo no sé si esa misma luz es la que deslumbra para sólo a ciegas sentir que se inflama mi pobre corazón (C 371).

8

Ésta es nuestra hora, la hora de la oración y el sufrimiento, y éstas son en estos momentos las dos armas que han de dar la victoria a la Iglesia. Confiemos mucho, mucho en el Señor (C 5329).

9

La oración no es más tampoco que eso: apartada de todo lo exterior e interior, dar rienda suelta a ese amor callado. Y el caso es que esto llena tanto el alma que no deseo otra cosa, sino que abrazo con agradecimiento esa total pobreza, ese carecer de todo lo demás (C 372).

10

¡Qué duda cabe que en la soledad habla Él más al corazón! Claro que la soledad verdadera, la del corazón, es la que Él busca, y ésa, por su misericordia, podemos tenerla aun en medio del mundo (C 6238).

11

Sé que está usted enfermo, que está sufriendo, y no necesito decirle lo mucho que le recuerdo al Señor y le pido su salud; que la Virgen le cure de todas sus dolencias físicas y morales, pues Ella es Madre y lo comprende todo, atiende a todo, lo suaviza todo (C 6750).

12

Cooperemos nosotros con el recogimiento interior y exterior, oración y limpieza de alma; evitemos que nuestro corazón se derrame en las cosas de este mundo y vivamos una vida interior en conversación íntima con nuestro Dios, por una continua oración (B 671).

13

Todo contribuye a la paz del corazón y al bien del alma, viviendo en la amorosa presencia y unión con nuestro Dios. Como esto nadie nos lo puede quitar, venga muy enhorabuena todo lo que Dios quiera (C 4093).

14

Me pareció entender debía permanecer en ese centro del alma, donde estaba el Señor, amándole y adorándole, sin hacer ningún caso de cuanto exterior o interior me pueda venir, abandonándome de veras; que todo esto tenía que pasar, pero sin apoderarse de mí así, ni penetrar hasta ese lugar de paz (C 240).

15

Nada son las disposiciones de luz o tinieblas, de aparente amor o sequedad; y pensar que se le puede amar siempre es un consuelo muy grande. La oración es cada vez más sencilla, y la desea el alma vivísimamente; parece que no descansa sino cuando puede estar toda empleada en Dios (C 370).

16

La oración es sólo esto: como recogerme en esta oscuridad, vacío y tristeza del alma que clama al Señor (C123).

17

Aunque caiga, levántese enseguida, pida perdón al Señor y acuda a sus méritos, que Él quita el pecado del mundo, y a empezar de nuevo. Si Él no se hubiese levantado cuando cayó con la cruz, ¿qué hubiese sido de nosotros? (B 1059)

18

El Señor nos conoce, sabe lo miserables que somos, cuánta es nuestra flaqueza, pero sabe que nuestro deseo es amarle. Somos como las pesas del reloj, que instintivamente tiramos para abajo, y cada día hay que estar haciendo el esfuerzo de volverlas a subir. Por eso cada día tenemos que repetir: «Ahora empiezo», sin desanimarnos, sabiendo que vamos a caer; pero que las caídas sirvan para humillarnos y avanzar más rápidamente (E).

19

Me encuentro capacísima, si Dios me dejase un momento de su mano, de hacer todo cuanto otra persona puede hacer; sólo me da compasión y deseo de ayudar a las almas (C 3947).

20

Esté tranquila, que eso, con tal que usted luche y confíe en el Señor, en quien todo lo puede, es buena señal. El enemigo no está contento (B 1751).

21

Puede haber tenido todas las infidelidades que quiera, pero aun así ¿cree que el Señor no se las hubiera perdonado? No, no es así nuestro Dios, todo amor y misericordia para con sus criaturas (C 6590).

22

Procure ser más fiel que nunca, y cuando caiga levántese enseguida y, pidiendo al Señor perdón –y a la criatura también, cuando la falta ha llegado al exterior–, crea que no ha pasado nada, sino que por la humillación y el dolor se ha aumentado el amor del Señor al alma (C 3087).

23

Me parece lo mejor que ese pensamiento lo desprecie y no se ocupe de ello, que mayor mal es quitarla de pensar en el Señor. Yo no digo que todas esas miseriucas no sean fruto de nuestra miseria, pero ya sabe que el sentir no es consentir, que lo primero no está en nuestra mano, y lo segundo sí (C 5004).

24

Que le vengan muchas tentaciones, conforme, a montones si quiere, que eso lo trae «aquel» a quien no hay que hacer caso, o nuestro propio modo de ser a veces. Pero eso ni pone ni quita; sólo sirve para que, por la paciencia, poseamos nuestras almas. La cosa es no dejarlo entrar y que no influya para nada en nosotros (C 2682).

25

Pero, ¿le va a dar oídos a «Patillas», que lo que quiere es quitarle el tesoro bendito de la paz, con sus engaños, mentiras y marañas? No pierda el tiempo en estas ideas, que le quitarán la paz, la turbarán, y por lo menos le harán perder el tiempo (C 2984).

26

Si a veces teme haber caído, tampoco debe intranquilizarse, pues pidiendo perdón al Señor se arregla todo. Lo que no debe es dar vueltas a estos asuntos en absoluto, que no son buenos ni para el cuerpo ni para el alma. Así que a no darle importancia, y si no se le quita, sufrirlo con paciencia y nada más. Ahora, sí, desecharlo enseguida, y ser muy fiel en todo lo demás con paz, y verá qué bien le va (C 5004).

27

¿Por qué se cierra? Abra, pero del todo, su corazón; que el Señor premia siempre en las almas el acto de humildad que esto significa. Dice nuestro Padre San Juan de la Cruz: «Pues no temes el caer a solas, ¿cómo presumes de levantarte a solas? Mire que más pueden dos juntos que uno solo». Si lo hiciera, cómo se alegraría el Señor, y «el Bigotes» quedaría derrotado (C 5320).

28

Levante los ojos a su único amor, atribúyale a Él todo, vaya a quien se le representa, dócil como una niña, y acéptelo todo de corazón. En todo abrazada a su voluntad santísima a cada momento, ocupándose sólo de vivir con Él, de darle gusto…. Si no, se juega la santidad. En todas partes encontrará tropiezos, defectos; y cerrando los ojos a todo, viéndole sólo a Él ¡qué feliz será!… (C 5047).

29

Aprovéchese mucho de su Pasión, y con su sangre divina lavemos las manchas de nuestras almas, que nada podremos hacer que nuestro único amor Jesús más desee y le contente, para que cuando se pregunte: «¿Qué provecho he reportado de mi sangre?», vea a su alma toda limpia y hermoseada por ella (B 1747).

Pensamientos para todo el año

Nada estorba a la santidad si somos fieles

Si de veras le servimos y le amamos, eso es la santidad.

La santidad es muy sencilla: dejarse confiada y amorosamente en brazos de Dios, queriendo y haciendo lo que creemos que Él quiere. 

Nada estorba a la santidad si somos fieles. 

Los santos fueron santos porque quisieron, con inmenso querer, ser fieles. 

Cumplir la amorosísima voluntad de nuestro Dios es lo único que importa en la vida, y en ello está la paz, la felicidad y, sobre todo, la santificación. 

Los santos son los que realmente son todopoderosos, porque tienen al mismo Señor con ellos.

Es mayor bien para las almas un alma que se santifica que todo lo demás.

Lo único importante es procurar agradar a Dios nuestro Señor y el juicio suyo, y lo que únicamente vale es lo que seamos delante de nuestro Dios.

Que hagamos siempre cuanto sea del agrado de nuestro Cristo bendito, que sólo tenemos esta vida para ello.

Lo único importante es que el Señor tenga las riendas de nuestra vida y la lleve por donde quiera.

Queriéndolo Él y pensando que se le da gusto, todo lo amargo se vuelve dulce y lo desabrido sabroso.

No puede ser sino bueno lo que nos viene de Él, aunque tengamos que acatar su voluntad santísima sin entenderla. ¡Y qué alegría que sea así, para probarle nuestro amor y nuestra entrega!.

Señor, cuando Tú quieras, como Tú quieras, lo que Tú quieras; eso es lo único que queremos y deseamos.

Amor con amor se paga

Yo quisiera que todo, todo me llevase igualmente a Dios, sea lo que sea; a Dios, que es mi vida y mi todo.

 ¿Quién puede amarla y procurar su bien con el amor con que Él la ama y con el poder y la bondad con que Él lo procura?

El amor del Señor no tiene límites; que no lo tenga tampoco el nuestro.

El amor será eternamente el mismo que tengamos al acabarse la vida.

Si has nacido para morir de amor, ¿qué te importa todo lo demás?

¡Cómo tenemos que ser con el Señor y qué delicadezas de amor tenemos que tener, que amor con amor se paga!

Cada día aumenta, si le somos fieles, la capacidad de amarle. ¡Qué felicidad!

Yo no quiero saber otra cosa sino amar al Señor. ¡Qué pequeño, qué nada se ve el mundo y qué insensatas todas las luchas y deseos que en él hay!

Cada vez comprendo más la nada de todo lo que no es Dios y siento la imperiosa necesidad de amarle, de olvidarme de mí por completo para que sólo Él viva en mí.

Este tiempo de la vida tan corto hemos de aprovecharlo con alegría, ofreciéndole con gozo todo cuanto nos suceda, que todo es para que crezcamos en el amor.

¿Por qué no le conocerán y le amarán todas sus criaturas? Porque no le conocen, que si le conociesen, no podrían no amarle.

LE HAN COSTADO AL SEÑOR MUCHO LAS ALMAS

Cuando se piensa que el Señor dijo: “Mis delicias son estar con los hijos de los hombres”, no se puede menos de desear con toda el alma hacer cuanto sea posible para que pueda tener esas delicias de su amorosísimo Corazón.

¡Tengo tanta sed de Él, quisiera tanto agradarle, ser de modo que pudiese ganar almas a su amor…!

 Qué tormento es ver la nada de todo lo que no es Dios y, por otro lado, tantas multitudes que ciegamente se van tras ello.

 Debe de ser muy triste la vida sin conocer ni amar a Cristo nuestro Bien, ni a su Madre dulcísima, sin contar con lo de la otra vida. ¡Cuánto le agradará que los que le conocen y le aman se ocupen de sus intereses, que son las almas!

 ¡Le han costado al Señor mucho las almas, para que permita que se le pierdan!

 Pidamos mucho para que las almas se vuelvan a Dios, y consolémosle de tanta ingratitud, entregándonos más y más a Él.

 Me abraso en deseos de que las almas vayan a Dios.

Cristo no pasa

Yo no quiero la vida, sino para imitar lo más posible la de Cristo.

 ¡Cuántas cosas pasadas…; pero Cristo no pasa!

 Todo nos puede faltar. Todos los otros amores un día nos faltarán, pero el de su Corazón no nos faltará jamás.

 Con Él todo se hace suave y dulce, aun lo más amargo.

Cristo nos guarda, y con Él ¿qué hay que temer?

Si Él está contento, ¿qué más podemos querer?

¡Qué bueno es mi Cristo cuando da y cuando quita y siempre!

Considerando que Dios se hizo hombre por nuestro amor, no sé cómo no nos volvemos todos locos de amor por Él.

¡Qué tontería es todo lo que no es Él! ¡Cómo llena Él solo todas las necesidades del alma, que creó para Él!

Dejémonos purificar, iluminar y consumir por Él, que Él solo es la razón de nuestra vida.

¡Qué serán aquellos ojos y aquellas manos y aquel Corazón!

Todo está en confiar del todo en su Corazón y abandonarse amorosamente en sus manos.

No esté triste, pase lo que pase. Las penillas al fondo, fondo del Corazón de Cristo, y en el suyo sólo su amor y su gloria.

Intérnese en ese Corazón donde tiene hecho su nido, y viva ahí, abandonada y segura, sólo para Él.

No está sola, puesto que tiene a Dios, que es todo suyo.

Él sabe bien lo que más nos conviene, pero este tonto de corazón humano hace a veces de las suyas, y mi Cristo le comprende.

Cristo se ha quedado en el sagrario para que le amemos, le imitemos, para ser nuestra fortaleza y nuestro consuelo.

Preferir, prefiero lo que quiera mi Cristo siempre y en todo, en lo grande y en lo chico.

¡QUÉ DICHA ES TENER A MARÍA POR MADRE!

¿Qué puede faltarle teniendo tal Madre?

Bendito sea nuestro Dios, que así nos dio a su Madre por Madre nuestra.

He tomado a la Virgen Santísima por Madre de un modo especialísimo, y Ella es la encargada también de prepararme, cubrirme y ampararme. ¡Qué buena es esta dulcísima Madre!

¡Qué dicha es tener a María por Madre! No pierda tan dulce compañía, que con Ella está siempre Jesús.

No deje de pedir siempre a nuestra dulcísima Madre que la haga como Ella la quiere para Jesús.

Aprenda en el Corazón de su Madre cómo se ama a Jesús.

Tomemos por modelo a la Virgen Santísima y permanezcamos con Ella al pie de la Cruz, con viva fe y perfecto amor.

Si se entrega de veras a Ella, le llenará del amor de su Hijo.

Toda la esperanza está en la Virgen. ¡Pobres almas que no quieren aprovechar tanto amor y tanta misericordia!

SOLO LA ORACIÓN NOS PUEDE SALVAR

La verdadera felicidad en la otra vida y en ésta es la mayor unión y el mayor amor a Cristo nuestro Bien.

Mire si nos ha amado, que no ha podido esperar al cielo para unirse con el alma.

Sólo la oración nos puede salvar, y nuestra fidelidad en todo.

El Señor es el único que puede tocar los corazones, y la oración nunca deja de ser escuchada.

La oración es, apartada de todo lo exterior e interior, dar rienda suelta a ese amor callado.

En la soledad habla Él más al corazón.

El Señor nunca deja de inspirar al alma lo que debe hacer, siempre que ella le escuche en vacío de todo lo suyo.

¡Qué misterio de amor! Esa unión que tendremos, por su misericordia, en el cielo, empieza ya de verdad en la tierra.

¡Qué locura es desperdiciar ni un momento de esta vida, que con tan infinito y tierno amor nos concede para que nos unamos a Él!

Todo contribuye a la paz del corazón y al bien del alma, viviendo en la amorosa presencia y unión con nuestro Dios.

Fiémonos de Él, que nos lleve por donde quiera y como sea, para que cuanto antes, lleguemos a unirnos con Él.

El propósito que para mí lo encierra todo, cumplido de veras, es vivir en la presencia de Dios vivo, muy amante y muy amado, y a éste va unido el de agradarle en todo momento.

Haga morar a Cristo nuestro Bien cada día más agradado en su corazón, que es cosa fácil, puesto que Él nos da para ello todo cuanto necesitamos.

LA CRUZ ES UN TESORO

La cruz es un tesoro del cual no nos quiere privar este Rey nuestro, que conoce tan bien su valor.

Más nos acerca a Dios una temporadita de cruz que todos nuestros pobres esfuerzos.

En la cruz es donde más se logra la unión con Cristo nuestro Bien.

¡Cómo bendeciremos en la otra vida la bendita cruz!

Los trabajos de esta vida nos harán más conocer y más amar a Dios para siempre, siempre, siempre.

¡Bendita cruz! En el cielo veremos la providencia amorosísima con que nos la manda el Señor, aunque aquí no lo entendamos.

Pongamos el hombro para ayudar al Señor a llevar la cruz, ahora que tantos suyos le dejan.

El Señor, cuando quiere, sabe crucificar, sí; pero ¡con qué amor!

Las obras de Dios tienen que llevar su sello, que es el de la cruz. Cuando Él lo quiera, todas las dificultades se desharán como la espuma.

Comprendo cuánto estará pasando, porque si tuviera siempre la alegría del sacrificio, no podría llamarse cruz lo que el Señor le envía.

No tenga miedo de llevar mal su cruz porque la sienta, que el Señor bien conoce nuestro corazón y ve que, aunque sólo quiere lo que Él quiere, cuesta mucho.

¡Qué buenísimo es el Señor, y cuando pide algún sacrificio, con qué amor estará Él pendiente del alma!

El Señor no envía el dolor sino para mayor bien de las almas.

A todo el que Dios prueba con tribulaciones, es señal de que le ama.

El fruto del sufrimiento es estar cada día más cerca de Dios.

Nuestros sufrimientos los encauza el Señor hacia donde quiere, y por un lado o por otro, siempre dan su fruto.

Sufrir en unión con Cristo nuestro Bien es muy distinto que sufrir sin ella.

¿Qué importa el sacrificio, si a Él se le puede dar alguna gloria? ¿Qué importa lo nuestro tan pequeño?

¡Qué bien poder unir nuestros pobres sacrificios a los suyos, sobre todo los del corazón!

EL PECADO

¡Qué poco importa todo, menos el ofender a Dios!

¡Pobres almas que huyen de Quien tanto las ama y tanto desea su bien!

El Señor bien conoce nuestra miseria, que de ella es caer y de su misericordia perdonar.

¡Pobre Jesús mío, qué ganas dan de quererle de veras por tantos como no le quieren!

Demos a nuestro Cristo el amor que los que no le conocen le niegan.

¡Quisiera amarle tanto por los que no le aman! Pero con obras y en verdad.

Quisiera yo poder, a costa de cuanto fuera necesario, transformar las ofensas que en el mundo se cometen, en gloria, amor y consuelo para el Corazón de mi dulcísimo Jesús.

No hay que permitir que las espinas que punzan nuestro corazón puncen también el del Señor.

¡Quién pudiera ofrecer al Señor algo que pudiera consolarle!

Hemos de reparar, con nuestra fidelidad y nuestro amor, tantas y tantas ofensas como, precisamente de los suyos, recibe nuestro Dios.

CON LA FE TODO CAMBIA

No hay más que vivir de fe, y entonces ya todo resulta fácil, porque viéndole con nosotros tan bueno, tan lleno de amor, tan pendiente del nuestro, ¡quién no vivirá sólo para Él y le amará con locura!

¿Qué es todo, qué importa todo estos cuatro días de vida, visto a la luz de la verdad?

¿Qué importa que no tenga el sentimiento de la fe, si está viviendo de ella a cada momento?.

Estas penas sin la fe deben de ser imposibles de sufrir, pero con ella todo cambia, por doloroso que sea, viendo que Quien lo permite es Quien nos ama infinitamente.

Veo entre las tinieblas, con una claridad muy grande, lo vano que es todo lo que no es Dios.

Viva siempre llena de fe, de confianza, dejando que el Señor guíe su barquilla y duerma si quiere en ella.

CONFIAR A CIEGAS

¡Qué bueno es confiar en Dios y abandonar en Él todo cuidado!

El Señor sabe, puede y nos ama.

¿Cómo no vamos a ir a Él con inmensa confianza, si nos compró con su Sangre?

Nadie puede quitarnos nuestra felicidad, pase lo que pase.

Sin Él nada podemos, pero con Él, todo.

No quiero sino confiar a ciegas y esperar contra toda esperanza, sin ocuparme de mí.

¡Qué buenísimo es, y cómo, en cuanto el alma pone un poco de su parte, lo hace Él todo!

Todo lo que no es Dios es nada en absoluto. Déjele que Él la lleve por donde Él quiera, sin tristezas ni preocupaciones.

Dejar todo cuidado, teniéndolo únicamente en recibir a cada momento aquello que Él quiera, con gratitud, fidelidad y amor.

¡Qué bueno es Dios! Si Él está contento, vengan penas, ¿verdad?

En manos de Dios estamos, y no puede ser sino bueno lo que Él haga de nosotros.

Cuando las cosas se hacen por Dios, ¡qué tranquilidad da todo lo que pueda pasar!

¡BENDITA CARIDAD!

Qué verdad es que la caridad une los corazones.

La caridad es cosa que el Señor recompensa siempre.

La caridad para con Dios se mide por la caridad que se tiene con el prójimo, y ésta roba el Corazón del Señor y… el de las criaturas también.

Me pareció entender que quería el Señor fuese muy delicada en la caridad y me consagrase toda a ella.

Sentía como necesidad de ejercitar la caridad, aunque sea en pequeñeces, para probarle a Él el amor.

¡Bendita caridad, que tanto bien hace a las almas!

LA HUMILDAD

Busca el Señor almas vacías para llenarlas de Sí.

El Señor busca a los pequeños y humildes; séalo muy de corazón para llegar a la íntima unión con Él.

Sin humildad no puede haber virtud alguna.

¡Qué encantos tiene la vida humilde y la pobreza!

¿Qué tendrá el rincón? Con todos sus santos así hace el Señor.

En el último lugar quiso estar Cristo en su casita de Nazaret y en la tierra, pues más último lugar que morir ajusticiado no puede haberle. Fue por nuestro amor.

Necesito vivir olvidada, desconocida, despreciada, lo más cerca posible de su vida santísima. No tengo más que esta vida, y quisiera darle durante ella todo el dolor, toda la humillación que sea posible.

Enamórese de no ser nada, no servir para nada, no contar para nada, porque esto sería una felicidad inmensa: abrazarse a Él, sumergirse en Él, imitarle a Él y pasar así estos cuatro días de vida.

Mire siempre su nada y Él lo hará todo. Quiera sufrir las mil cosillas que hay que sufrir, y sólo con eso el Señor obrará en las almas.

Es un gozo no ser nada para que Él lo sea todo en mí.

Lo sé por experiencia: cuanto menos es uno, más se encarga Él de todo.

Cuando se reconocen con humildad las culpas y faltas que podamos tener, se borra todo.

Me encuentro capacísima, si Dios me dejase un momento de su mano, de hacer todo cuanto otra persona puede hacer; sólo me da compasión y deseo de ayudar a las almas.

¿QUÉ SERÁ VER A DIOS?

¡Qué buenísimo es nuestro Cristo, qué hermosísima es su Iglesia! ¡Qué será el cielo!

Nada se nos harán al fin de la vida los dolores del camino.

¡Qué será cuando por fin se suelten los lazos que sujetan al alma a esta vida y caiga en los brazos amorosísimos de nuestro Dios! Volar a nuestra patria verdadera, acabarse ya este tiempo de prueba, ver el rostro desconocido y amado de Cristo. ¡Qué será!

Esta vida no es más que un paso para la verdadera, y aunque nos cueste tanto la separación de las personas queridas, es muy grande consuelo pensar que nos reuniremos en el cielo con nuestro Dios para siempre.

Esta vida se pasa volando, y lo único que vale es lo que hagamos para la otra.

Lo de aquí se trocará en peso de gloria para el cielo.

Sólo en el cielo podremos comprender todo cuanto el Señor ha hecho por nosotros.

¡Qué nada es todo lo de aquí, a lo que a veces hemos dado tanta importancia! Bendito sea Él que nos ha dado luz para comprender que sólo la tiene amarle y servirle y procurar que los demás lo hagan.

¿Qué será ver a Dios cara a cara y poseerle para siempre? ¡Qué buenísimo ha sido dejándonos conocer esto poquísimo que conocemos de Él!

El pensar, como decía nuestra Santa Madre Teresa, que vamos a ser juzgados de Quien con tanta razón amamos, es para deshacerse de agradecimiento, ya que mucho más nos ama Él.