Milagros

Santa Maravillas de Jesús

¿Qué es un milagro?

Desde que murió la Madre Maravillas de Jesús el 11 de diciembre de 1974, no ha cesado el Señor de manifestar al mundo su santidad por muchos medios. Uno de ellos ha sido el de los favores y gracias concedidos por Dios a innumerables personas que se han acogido a la intercesión de la Madre.

Según las normas establecidas actualmente por la Iglesia, para proceder a la beatificación de un siervo de Dios, además de tener todas las virtudes en grado heroico, es necesario que se haya obrado un verdadero milagro por su intercesión.

Pero ¿qué es un milagro? Un milagro es un hecho sensible y extraordinario, una intervención directa de Dios, dueño absoluto de la creación entera, producida al margen de las leyes naturales. Diríamos que, de la misma manera que los reyes intervienen a veces personalmente en la resolución de los asuntos, encomendados de ordinario a los ministros, sin el concurso de estos, Dios interviene a veces directamente en la realización de hechos sensibles, sin echar mano del concurso de las leyes naturales, sin que estas sufran detrimento o menoscabo. Los milagros pueden ser: por encima de la naturaleza, cuando el efecto producido es de tal condición que la naturaleza nunca podrá realizarlo por mucho que progrese la ciencia, por ejemplo, la resurrección de un muerto; o bien cuando la ciencia podría producir el efecto realizado, pero no en esa forma instantánea e inmediata. Los milagros solo pueden ser atribuidos a Dios, aunque lo haya realizado mediante una persona humana, como ocurre con los santos a los que se invoca para pedir el hecho milagroso.

En el caso de la Madre Maravillas de Jesús, la Postulación General de su Causa eligió, entre los varios hechos extraordinarios atribuidos a su intercesión, una supuesta curación milagrosa, para ser estudiada con vistas a su beatificación. Se le hizo un proceso diocesano en Salamanca, desde el 15 de febrero de 1984 al 13 de abril del mismo año. En dicho proceso fueron interrogados quince testigos, seis de ellos médicos.

Pues bien, después de ser promulgado, el 17 de diciembre de 1996, el Decreto de Virtudes Heroicas de la Sierva de Dios por Su Santidad Juan Pablo II, el padre Simeón de la Sagrada Familia, o.c.d., postulador de la Causa, presentó poco después a la Congregación para las Causas de los Santos este presunto milagro. El día 24 de abril de 1997 tuvo lugar en dicha Congregación la «Consulta Médica» sobre este hecho supuestamente milagroso, atribuido a la intercesión de la Venerable Madre. Los médicos de la consulta votaron todos afirmativamente.

El 30 de septiembre de 1997 se celebró la reunión de los Consultores Teólogos, para examinar el caso. Los Consultores, unánimemente, dieron también su voto afirmativo.

La «Congregación Ordinaria de los Cardenales y Obispos» se celebró el 16 de diciembre de 1997.  Estos volvieron a examinar el milagro, y dieron su voto, para ser posteriormente presentado a Su Santidad el Papa, para su definitiva aprobación.

El milagro para la beatificación de la Madre Maravillas

La curación milagrosa, gracias a la cual la Madre Maravillas fue beatificada el 10 de mayo de 1998 la contó así la misma interesada, Alfonsa García Blázquez, natural de Macotera (Salamanca):

«El 5 de julio de 1976 (tenía veintidós años), empecé a sentirme mal, con fiebre alta de 39° y 40º y muchos dolores. Nuestro médico de cabecera diagnosticó cuadro gripal, pero a pesar de los tratamientos de antibióticos y antitérmicos, etc., la fiebre persistía. Al octavo o noveno día apareció ictericia, muchas úlceras en la boca y garganta. Ingresé así en el hospital de la Santísima Trinidad, de Salamanca, el 15 de julio. Fui atendida por varios médicos que, con un diagnóstico no del todo firme, proponían o volver a casa a morir o una intervención quirúrgica abdominal inmediata a vida o muerte Mis padres, desesperados, se resistían, y querían consultar con otros médicos. En este hospital estaba una religiosa hija de la caridad, sor Mónica, de nuestro pueblo, que les comentó: “¿Por qué no consultáis al doctor Sánchez Rodríguez, un médico joven que acaba de llegar a Salamanca del hospital de Puerta de Hierro, de Madrid? Casualmente está hoy aquí”. Entonces este doctor comenzó a tratarme Tras hacerme análisis de sangre y médula ósea, diagnosticó agranulocitosis con shock séptico y afección hepática y renal. Me dijo que era gravísimo, y que un 99’9% de estos enfermos no se salvaban. Sor Mónica se hizo con una reliquia y novena de la Madre Maravillas de Jesús, y me dijo: “Vamos a hacer esta novena para que, por su intercesión, te devuelva la salud, si te conviene”. Me pusieron la reliquia pegada en la cabecera de la cama. Mis padres, las hermanas del hospital y yo empezamos la novena ininterrumpidamente desde el 17 de julio. La hacíamos varias veces al día. Sor Mónica, cuando yo no podía por mi estado, me decía: “Si no puedes hablar, hazla con el corazón”.

A pesar del tratamiento, la fiebre no desaparecía nunca, y poco tiempo después se produjo una septicemia, y, en su evolución no controlada, un shock séptico y un fracaso multiorgánico de riñón, pulmón, aparato digestivo, alteraciones en la coagulación… En Macotera, mi pueblo, se portaron de maravilla. Salían por las calles con micrófonos, pidiendo para mí donantes de sangre, pues además de que mi sangre es cero negativo, el doctor quería que fuese sangre directa. Me llegaron a poner veintiuna trasfusiones. Don Ángel me recordaba después que hubo un día en que había quince personas en cola, dispuestas a donar.

Así pasé, luchando entre la vida y la muerte, hasta el día 4 de septiembre, en que, a causa de un dolor intenso de abdomen y de que la fiebre persistía, me llevaron de urgencia a quirófano. Allí me hicieron una laparotomía, pensando en una infección que no se encontró. El 7 de septiembre se produjo una nueva crisis, y mi estado se fue agravando aceleradamente. Uno de estos días tuve un nuevo shock séptico, y aparecieron más aftas bucales. Estaba en un estado semicomatoso.

El día 10 de septiembre me hicieron nuevos análisis, que confirmaron mi estado crítico. Yo ya no podía más. Por la tarde me encontraba tan mal que, a un vecino que me visitaba diariamente, y llevaba noticias frescas al pueblo, recuerdo que le dije: “Reza por mí, que esta noche me muero”. Sobre las 8 de la tarde, yo continuaba con fiebre muy alta y delirio, y percibía una sensación especial de gravedad, temiendo morir por momentos. En mi habitación seguíamos haciendo la novena a la Madre Maravillas todos los días. Yo esa misma noche participé en la novena, con mucha más devoción y con una especial necesidad y anhelo, aunque lo hice parcialmente, pues a veces perdía el conocimiento. En mi interior repetía: “Madre Maravillas, ¿no me vas a curar?”. Tenía un gran temor a dormirme, porque pensaba que no iba a despertar más, y de hecho recuerdan mis padres que estuve toda la noche con gran inquietud.

Alfonsa García Blázquez

Ante mi situación, considerada por los médicos como irreversible, uno de los doctores dijo a mis padres que no había nada que hacer, que la medicación era ya inútil, y que mi muerte era inminente. Les sugirió que, si querían, me llevaran al pueblo, a morir en mi casa. Pero ellos decidieron dejarme en el hospital. Por fin me dormí. Sobre las 8’30 de la mañana del día 11 el doctor les dijo de nuevo que duraría muy pocas horas. Mis padres y familiares, ¡a pedir con más insistencia a la Madre Maravillas! Sobre las 9’30 me desperté, sintiendo un gran bienestar. Comprobaron que la fiebre había desaparecido súbitamente, así como las aftas de la boca y faringe. Me practicaron entonces un nuevo análisis de sangre. ¡Totalmente normal! ¿Estaba curada? Al conocerse la noticia de este cambio espectacular, se produjo un gran revuelo, y empezaron a acudir a mi habitación los médicos, las enfermeras, las religiosas del hospital, etc., etc. Uno de los doctores, admirado, comentó: “Aunque yo no soy muy propenso a creer en milagros, para mí esto es un milagro”. Seguí en el hospital algunos días, en observación, y poco tiempo después fui dada de alta. Y desde aquella mañana del 11 de septiembre de 1976 hasta el día de hoy, gozo de una excelente salud, ¡gracias a mi querida Madre Maravillas!»

Hasta aquí el testimonio de Alfonsa. Los doctores, por su parte, señalaron, al declarar en el proceso:

«En tales circunstancias, lo normal hubiera sido su muerte»; «Me parece extraordinario el cambio brusco de su pésimo estado general en tan pocas horas»; «En el caso que nos trata, la mortalidad es de un 99’9%. No considero probable la evolución por medios naturales hacia la curación tan rápida»; «Teniendo en cuenta las circunstancias vividas en cada episodio de esta paciente, en un hospital con pocos medios, y haciendo una terapéutica “empírica” corroboran también que el porcentaje de mortalidad debe alcanzar el 100%».

 

El milagro para la canonización de la Beata Maravillas

El 10 de mayo de 1998, Su Santidad Juan Pablo II elevaba a los altares a la Madre Maravillas de Jesús, carmelita descalza española, muerta en olor de santidad el 11 de diciembre de 1974 en el Carmelo de La Aldehuela (Getafe, Madrid). Y sólo dos meses después de su beatificación, en el mes de julio de 1998 se realizó un estrepitoso milagro en la pequeña ciudad de Nogoyá, en la Argentina, atribuido a su intercesión. El caso saltó inmediatamente a la prensa, radio y televisión de aquel país.

He aquí, a grandes rasgos, el milagro ocurrido aquel 19 de julio de 1998:

Ese domingo, muy cálido y soleado, alrededor de las 15.00 horas, el niño Manuel Vilar, de dieciocho meses de edad, se encontraba con varios familiares en una casita de campo en Nogoyá. Sin que nadie lo advirtiera, mientras su madre Alicia Silio hacía una torta dentro de la casa, el niño cayó en la piscina del jardín. El agua de la piscina, por ser invierno en Argentina, estaba totalmente fangosa y estancada. Cuando Alicia terminó, preguntó por el pequeño y nadie lo había visto; comienzan a buscarle, y lo encuentran, después de un rato, flotando, boca abajo, en la piscina. «¡¡Manuel!!», gritaron. El agua estaba tranquila. Serían alrededor de las 15.45 horas. Se calcula que el pequeño llevaba en el agua al menos 25 minutos.

Su madre se tiró al agua y lo sacó. Estaba frío, morado, totalmente rígido y muy pesado, con los ojos fuera de las órbitas, vidriosos, y el vientre muy hinchado. «Estaba muerto. Fue la desesperación más grande. No se lo deseo a nadie. Fue el dolor más grande que se puede sentir», dijo días después Alicia. Con el nerviosismo y la desesperación del momento, tardaron varios minutos en subir al coche de la familia y arrancar en dirección al pequeño hospital del pueblo.

A las 16.00 horas aproximadamente, llegaron al «Hospital de San Blas», de Nogoyá. Les atendieron el médico de guardia, doctor Edgardo La Barba, y dos enfermeras. El doctor constató ausencia de latido cardíaco y respiración debido a asfixia por inmersión, midriasis bilateral pupilar, y el cuerpo completamente helado como un mármol, rígido como una piedra, totalmente pálido, sin control de esfínteres.

En el pasillo del hospital quedaron Alicia la madre del niño y una hermana de ésta. Alicia estaba totalmente enajenada, fuera de sí. Una vecina, amiga suya, que las acompañaba, le dijo con energía: «Alicia, rezad, vos, que sos tan creyente». Inmediatamente Alicia se acordó de la Beata Madre Maravillas, a quien tenía una profunda devoción desde el año 1991, cuando su esposo, que llevaba en paro laboral largo tiempo, obtuvo un puesto de trabajo por intercesión de la Madre. Así pues, comenzó a invocarla con inmensa confianza. «Ahí empecé la oración a la Madre Maravillas –comentó Alicia–. La sé de memoria, porque la rezo siempre. Luego de comenzar a rezar a la Madre Maravillas tuve la seguridad de que nada malo le ocurriría a Manuel. Desde que ella estaba conmigo, yo no volví a llorar. Sólo me desesperé de la piscina al hospital». Algunas personas, al ver su tranquilidad, pensaron que había perdido el juicio.

Al doctor le dio la impresión del cadáver de un bebé de mucho tiempo muerto en el agua, pero pensó: «¿Cómo le digo a la madre que está muerto?», acordándose de su hijita que, precisamente, era de la misma edad que el pequeño Manuel. Por eso comenzó inmediatamente a hacerle los ejercicios de resucitación, después de haber expulsado el agua sucia y fangosa de los pulmones. Y a los 30 ó 35 minutos se obtiene una frecuencia respiratoria propia baja, pero aceptable. El niño seguía «sin cianosis, pálido, frío como el mármol, fláccido, no se le encontraron signos vitales al revisarlo, pupilas dilatadas, lo que es signo de un coma profundo o de muerte cerebral […] Se trató de un paro cardio-respiratorio, como consecuencia de asfixia por submersión […] Se trató de un coma profundo. Al evaluarlo se utilizó la escala de Glasgow, y tenía cinco puntos, es decir el mínimo en todo».

No teniendo este hospital medios adecuados, se organiza inmediatamente el traslado al «Hospital Materno Infantil de San Roque», en Paraná, capital de la provincia de Entre Ríos, a 102 kilómetros de distancia. Antes de salir hacia Paraná, el doctor La Barba informa a la familia de Manuelito del estado del niño: «Primero que nada, el chiquito entró en paro; entró muerto, pero, afortunadamente, ha salido. Mira, respira, nada más. Yo creo que las secuelas neurológicas son muy, muy importantes». El doctor también suponía, por la cantidad y estado del agua que había sacado de los pulmones, que las complicaciones respiratorias iban a ser muy graves. Desde que se encontró el cuerpo exánime del niño, hasta que dio los primeros signos vitales recuperados en el «Hospital San Blas», se calcula que pasaría cerca de una hora. Por eso, el doctor La Barba añadió a los familiares de Manuel que el cuadro neurológico era muy comprometido, y que su opinión personal era que el niño, si no moría, podía quedar en estado vegetativo o con una lesión muy severa.

El niño sale en ambulancia, acompañado de la doctora pediatra Lory Vanegas y una enfermera. El traslado fue muy penoso, por el mal estado de la carretera y la urgencia del caso. La madre, en la cabina de la ambulancia, seguía invocando a la Beata Madre Maravillas, y conservaba una gran serenidad.

Sobre las 17.55 horas llegan al «Hospital Materno Infantil de San Roque», en Paraná. El niño presenta signos de decorticación y grave estado, según el informe de la doctora Vanegas: tenía inclusión del pulgar del lado izquierdo y convulsiones del lado derecho. Pasa directamente a terapia intensiva, al sospecharse que las secuelas neurológicas y pulmonares iban a ser muy grandes. Los doctores informan a su madre (su padre aún no había llegado) que está muy grave, que no hay ninguna esperanza, y que, si sale adelante, quedaría, con toda seguridad, como «una plantita». Alicia les contestó con una tranquilidad impresionante: «Ustedes no saben qué va a pasar», y los médicos la miraron compadecidos, pensando: «Pobrecita, se ha vuelto loca».

Sobre las 6.40 horas de la mañana del día 20 de julio, lunes, Manuelito es retirado del respirador artificial, al no producirse la complicación respiratoria que los médicos esperaban. Y poco después, antes de las 8 de la mañana, el niño reconoció a su madre, que se encontraba junto a él: «Mamá», le dijo. La doctora y las enfermeras que estaban presentes comentan, asombradas: «¡Esto es un milagro!» A esa misma hora, aproximadamente, la doctora Vanegas telefoneó desde Nogoyá al «Hospital de San Roque» para interesarse por el pequeño. Suponía que seguramente ya habría muerto. Cuando le informaron de que Manuelito había reconocido a su madre, la doctora Vanegas dijo: «Disculpen, debe de ser una equivocación, no puede ser el niño al que yo me refiero…» Y no salía de su asombro al cerciorarse de que el Manuelito por el que preguntaba era el mismo que acababa de llamar a su madre.

Sobre las 9.30 de la mañana, Manuelito se arrancó con fuerza el catéter que tenía puesto. Luego se durmió tranquilamente. A las 11.30 de la mañana lo bañaron y lo trasladaron a una sala común del hospital, donde quedó en observación. La doctora de terapia intensiva informó que el niño estaba absolutamente normal. Inmediatamente este caso insólito se propagó por todo el hospital.

«Ahí ya no podía estar de alegría –decía Alicia–. Lo mirábamos, lo tocábamos. No sé cómo agradecer lo que se siente. Quiero decirles a los demás chicos con cáncer, neumonía, otras enfermedades, decirles a los padres que recen […] Después de ahí, yo sentía que la Madre Maravillas se había desocupado conmigo, yo le di mucho trabajo. No sé decir lo que siento con ella […] Y ahora le agradezco todos los días».

Alicia tuvo que escribir a varias personas la oración de la novena de la Beata Maravillas, y llevar a su hijito por las salas del hospital. Todos querían tocarlo.

Al día siguiente, martes, 21 de julio, se le hacen más pruebas y no se observa ningún tipo de anomalías ni secuelas, ni siquiera motoras. En una de estas pruebas, cuando el médico le dijo: «¡Vaya con mamá!», el niño salió corriendo, como si no hubiera pasado nada. Después de haber permanecido en observación hasta el miércoles, 22 de julio, es dado de alta, regresando a su casa. Dice el doctor La Barba: «Podría haber quedado como una plantita y respirar normalmente. El que Manuelito haya salido es explicable. Pero el que haya quedado sin ninguna secuela neurológica no tiene ninguna explicación».

La doctora Vanegas y las enfermeras que recibieron al niño en urgencias declararon que ellas también pensaban que el niño, si vivía, iba a quedar como una planta. Según la misma doctora, no tiene explicación que un niño en coma, con respirador, en menos de 24 horas empiece a respirar voluntariamente, que reconozca a su madre y le hable.

Los dos médicos que, encargados por el Tribunal del Proceso, en noviembre de 1999 habían realizado una profunda revisión médica a Manuel, no encontraron secuela alguna del evento. Alicia Silio, poco después de este hecho, dio este precioso testimonio: «Siento la necesidad de decir que la Madre Maravillas existe, y que está ahí siempre, a disposición nuestra. No tengo otra forma de agradecerle, que es haciéndole saber a la gente que tienen que confiar en ella, que ella siempre va a estar. Para Dios no hay nada imposible: resucitó a mi hijo, por medio de la Madre Maravillas de Jesús, mi amiga, mi mamá… mi todo».

La noticia saltó a todos los medios de comunicación de la Argentina, y fueron muchos los diarios y programas de radio y televisión que consideraron el caso como noticia de primera página. La fama de la Beata Maravillas se ha extendido rápidamente por aquel país. Actualmente son miles y miles las personas que en aquellas tierras, y en numerosas partes del mundo, sienten la protección y reciben gracias de esta santa carmelita, y muchas las asociaciones y obras de caridad que se han puesto bajo su protección.

El proceso del milagro para la canonización

A los pocos días de producirse esta curación, las Carmelitas Descalzas del Monasterio del Corpus Christi y San Juan de la Cruz, de Buenos Aires, se apresuraron a recoger un gran número de pruebas, documentos médicos y testimonios de primera mano entre los familiares, doctores, enfermeros, que entregaron al postulador de la Causa de canonización de la entonces Beata Madre Maravillas, padre Simeón de la Sagrada Familia, o.c.d.

Entre el 17 de agosto y el 6 de noviembre de 1999 se llevó a cabo en la diócesis de Paraná-Entre Ríos, (Argentina), diócesis a la que pertenece la ciudad de Nogoyá, el Proceso sobre este milagro.

La clausura del Proceso tuvo lugar el día 6 de noviembre en el palacio arzobispal de Paraná. Fue presidida por Mons. Estanislao Esteban Karlic, Arzobispo de Paraná y Presidente de la Conferencia Episcopal de Argentina. Todo el material del Proceso fue cuidadosamente precintado con una cinta de la bandera de Argentina, lacrado y sellado.

Convocada la Consulta Médica de la Congregación el 10 de mayo de 2001 para examinar el caso, todos sus componentes estuvieron de acuerdo en afirmar lo asombroso de la rápida recuperación de la función cardíaca, de la respiración después de un prolongado paro de las funciones vitales, y de la ausencia de secuelas neurológicas, teniendo en cuenta la tardía aplicación de la terapia reanimatoria. Ante el ahogamiento que sufrió en agua dulce, con prolongado paro cardio-respiratorio y coma profundo, la curación del pequeño Manuel fue rápida, completa y duradera, sin secuelas neurológicas. Los 5 médicos de la Consulta concluyeron por unanimidad que la curación del niño es científicamente inexplicable.

Finalmente, el 23 de abril de 2002, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico Vaticano, tuvo lugar, ante el Su Santidad Juan Pablo II, la promulgación del «Decreto sobre el milagro». Con esto, el milagro atribuido a la intercesión de la Beata Maravillas de Jesús y presentado para su canonización  quedaba definitivamente aprobado. El 4 de mayo de 2003 san Juan Pablo II canonizaba solemnemente en Madrid a la Madre Maravillas de Jesús.